Puede que no hayas escuchado el nombre de Victor Lustig. Pero, incluso para aquellas personas que creyeron saber quién es, realmente no lo sabían.
Más allá de encantadores saludos, una lívida cicatriz en el pómulo izquierdo y una historia inventada sobre su nacimiento en la ciudad checa de Hostinné en 1890, poco se sabe de su verdadera identidad. De hecho, esta descripción podría traer otro nombre a la mente de muchos, tal vez el de Robert V. Miller (nombre con el que nació Victor Lustig), o uno de los 47 alias que utilizó durante sus días de estafas.
Sin embargo, hay una cosa que le distinguió de todos los demás estafadores en el mundo del «arte de la estafa»: fue Victor Lustic quien consiguió vender la Torre Eiffel.

El «conde» Victor Lustig era un hombre de muchos encantos. Su presencia era llamativa y su dialéctica despertó interés en cosas nunca antes vistas. Para 1925, se sentaba con hombres con pajarita que fumaban puros y cortejaban a mujeres mientras se embolsaban miles de dólares con engaños.
10 años después, otro engaño, esta vez en forma de infidelidad hacia su pareja, hizo que su reinado de la estafa llegase a su fin y acabase encerrado en la prisión de Alcatraz, en San Francisco, Estados Unidos.
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La caja impresora de billetes
Una de sus estafas más famosas fue la de una caja secreta de dinero que supuestamente imprimía billetes de $100 (dólares estadounidenses). Cuando alguien mostraba interés por el «invento» de la máquina del dinero, Victor parecía lamentarse porque la impresión de cada billete de $100 tardaría aproximadamente 6 horas en concretarse.
Sin embargo, y cómo luego sería obvio, Victor cedía a vender su máquina impresora de billetes a los ansiosos compradores. El precio de aquella caja impresora de billetes oscilaría entre los $10.000 y $30.000. Para demostrar su funcionamiento, Victor introducía en la caja, de antemano, dos billetes auténticos de $100.
Cuando pasaban las 6 primeras horas, de la máquina salía uno de los billetes auténticos que Victor había introducido anteriormente. Cuando pasaban las siguientes 6 horas, salía el otro billete auténtico.
Pero, cuando volvían a pasar otras 6 horas, lo que salía era únicamente papel en blanco. Sin embargo, para ese momento, Victor ya había huido dejando atrás nada más que un rastro de polvo mientras que el estafado se quedaba sin su dinero y con una caja que no servía para nada.
Con muchos trucos y engaños como la máquina del dinero, Victor fue arrestado más de 40 veces por parte de la policía.
La Torre Eiffel
En 1925, estafas más grandes llegarían a la vida de Víctor. Mientras estaba en París, el gobierno emitió un anuncio sobre la necesidad de reparaciones de la gran Torre Eiffel de París. La opinión pública inmediatamente se dividió sobre qué se debía hacer. Algunos apoyaron las reparaciones mientras que otros votaron en contra. Un periódico en ese momento también señaló que sería más barato simplemente derribar todo.
Victor, haciéndose pasar por subdirector general del «ministère des Postes et des Télégraphes», un funcionario del gobierno, trató de contactar con varios chatarreros en París. Así, envió una carta a seis comerciantes de la ciudad, pidiéndoles que se reunieran con él en el Hotel Crillon para discutir una oferta lucrativa que requería su máxima discreción.
De esta manera, en la habitación de uno de los hoteles más elegantes de París, Victor les reveló a los hombres que el gobierno había decidido derribar la Torre Eiffel después de todo, y que las 7.000 toneladas de chatarra del monumento estarían a la venta al mejor postor. Victor les convenció que aquella torre no estaba destinada a permanecer en pie y que solo fue construida para la Exposición Universal de 1889.
Incluso mientras observaba a los seis comerciantes cómo se quedaban atrapados en su torbellino de mentiras, el oportunista Victor ya sabía quién sería su objetivo. Era André Poisson, un novato en la ciudad y quien parecía ser el más inseguro y manipulable de los seis.
Victor le dijo a André que le había elegido por su fama de exitoso empresario y por su honestidad. Sin embargo, a la mujer de André había algo que no le convencía en ese negocio.
Así, Victor organizó una reunión con André y su mujer y, por si no hubiese contado ya suficientes mentiras, se inventó que en realidad era un miembro del gobierno que necesitaba sacar beneficio extra y que, a cambio de una pequeña comisión, tendría trato preferencial sobre André para que fuese el elegido para llevarse la Torre Eiffel.
Poisson captó la sutileza al instante y sobornó al aparente burócrata con 70.000 dólares para asegurarse de obtener la oferta ganadora en la carrera por la chatarra de la Torre Eiffel.
André pronto debió darse cuenta de que nadie estaba derribando la Torre Eiffel, pero para entonces Víctor estaba cruzando la frontera, camino de Viena, listo para vivir una vida lujosa a expensas de su víctima.
Victor siguió de cerca las noticias sobre su estafa y se dio cuenta que no apareció en ningún lado. Probablemente André se sentía tan avergonzado y humillado que nunca se lo contó a la policía. Así…
… Victor se propuso hacer la misma estafa con la Torre Eiffel a un nuevo incauto.
Por desgracia para Victor, esta vez su víctima acudió a la policía, narrando cómo había sido engañado con la promesa de venderle los restos de la Torre Eiffel. La noticia llegó a los titulares, pero Victor consiguió huir y llegó a los Estados Unidos antes de ser capturado.
Después de que su estafa de la Torre Eiffel quedase en la historia, Víctor volvió a su máquina de hacer dinero. Continuó estafando a civiles y oficiales, funcionarios de alto rango y empresarios entusiastas.
Al Capone y otras estafas
En la vida de estafas que vivió Victor, también engañó a Al Capone, uno de los mafiosos más grandes de Chicago en aquel momento, con tal delicadeza que el hombre ni siquiera se dio cuenta de que estaba siendo engañado.
A Al Capone le pidió $50.000 para diversas inversiones. Lo que hizo Victor fue guardar el dinero en una caja fuerte, sin hacer nada con él, y se lo devolvió al poco tiempo diciendo que la inversión fracasó y que le reembolsaba íntegros los $50.000, a pesar de haber perdido supuestamente una gran suma. Al Capone, creyendo en la integridad del estafador, le dio $5.000 a Victor para cubrir parte de esas «pérdidas» que había tenido.
Más tarde Victor se asoció con un químico llamado Tom Shaw para multiplicar su negocio de falsificación de billetes. Pronto, el dúo estaba generando $100,000 al mes en billetes falsos y el dinero comenzó a aparecer en diferentes lugares del país, preocupando a las fuerzas del Estado.
Este dinero de Lustig se convirtió en el rastro por el que las autoridades finalmente lo atraparon. Fue en mayo de 1935, cuando la novia de Victor, celosa por una infidelidad, contactó con la policía y les reveló una ubicación en la que Victor guardaba $51.000 en una taquilla del metro en Times Square, en Nueva York, Estados Unidos. Víctor fue detenido.
Finalmente Victor se declaró culpable de sus cargos y fue enviado a Alcatraz para una condena de 20 años. El 11 de marzo de 1947, el hombre que una vez fue noticia por amenazar la economía de los Estados Unidos, murió tras contraer neumonía dos días antes.